Las palabras son memorias vivas, representan nuestra experiencia y dando forma a nuestra identidad, crean el sentido del universo real y simbólico en el que nos desenvolvemos. En medio del conflicto armado, las palabras adquieren nuevos significados: dejan de ser una mera convención del lenguaje para convertirse en la forma de expresión del dolor, la resistencia y los intentos de reconstrucción de la esperanza de las víctimas y las comunidades afectadas por la violencia.
El fenómeno del desplazamiento forzado, por ejemplo, además de haber provocado la separación de casi siete millones de personas de sus hogares y sus territorios en Colombia, también ha provocado el desplazamiento de los sentidos de las palabras, en un intento por nombrar una pérdida innombrable. “Hogar” ya no es más un simple significante para aquel que ha perdido el suyo, y “camino” ya no significa lo mismo para el que ha tenido que huir definitivamente, dejando atrás su territorio, su familia y sus raíces.