La verdad es tan compleja y diversa como la geografía colombiana
Nuestra geografía es una composición rica y compleja de montañas y ríos, desiertos y mares, páramos y selvas. Naturaleza que se impone y nos muestra sus dos caras: la belleza y la complejidad, pues en estos lugares permanecen latentes las verdades de nuestras violencias. Verdades con una y mil caras, que se muestran y ocultan en los rostros y las manos de los habitantes, en las grietas de las montañas y los ríos que nos atraviesan. La verdad de nuestras violencias es profunda y turbulenta como ese paisaje colombiano lleno de pliegues, colores y sonidos reflejados en el oscuro río del tiempo.
En el recorrido por esta geografía encontramos que las marcas dejadas por las violencias en los territorios y los cuerpos se transforman en cicatrices y preguntas. Intentos por develar, entre voces y silencios, qué pasó y por qué. Desde allí, las personas que buscan la verdad insisten en hablarnos, nos invitan a encontrarnos y reconocernos en la humanidad de nuestros rostros.
En el momento histórico que atravesamos, Geografías de la verdad [1] nos invita a bordear la verdad y adentrarnos en sus laberintos para vislumbrar su complejidad. A comprenderla como una construcción que necesita de muchos, que nos convoca a todos a compartir una versión, un fragmento, a escuchar las verdades que se resisten a morir sin pronunciar su nombre.