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de conocimiento

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Acerca de

¿Para qué un Museo
Casa de la Memoria?

El Museo es una Casa de puertas abiertas a las memorias y a los relatos, a la reflexión y a la conciencia. Se abrieron las puertas para invitar a conocer hechos del pasado que han marcado el presente, para que el dolor despliegue sus aprendizajes y no se repita. Para que juntos edifiquemos la cultura del respeto y el valor de la vida.

La memoria es plural, diversa y heterogénea, es patrimonio intangible y tangible. En el Museo aportamos a la construcción una memoria plural sobre el conflicto armado y sus violencias relacionadas, para entender lo que está ocurriendo en nuestra sociedad, fortalecer la vida, reencontrar la esperanza, creer en el futuro y transformar.

La memoria es una ventana a la comunidad. Aporta para reconocer el lugar de cada uno de nosotros y a entender la realidad de la ciudad y el país. La memoria une realidades, permite construir colectivamente y se expresa con múltiples lenguajes mientras nos reconocemos e identificamos.

La memoria nombra lo sucedido, reconoce lo ocurrido y aporta en el esclarecimiento de la verdad. Aporta en el proceso del perdón y la sanación y la liberación.

Albergar memorias permite resignificar la vida, movilizar experiencias, abrir horizontes y enaltecer personas y comunidades en resistencia. La memoria amplifica la voz de las víctimas, preserva el patrimonio y propende por la memoria histórica.

A diferencia de otros museos de memoria en el mundo, preocupados por encontrar formas de sanar la relación de un país con su pasado de guerra o de dictadura, el Museo Casa de la Memoria se ocupa de la memoria de un conflicto aún vivo. Es decir, de la memoria de un presente conflictivo, arraigado en el pasado tenso de un país se espera, será diferente y esperanzador, dadas las perspectivas de reconciliación que se abren.

Todo esto permite al Museo, en su interacción con las víctimas, una alternancia cada vez más fluida entre los roles simbólicos que ha asumido: el de MUSEO y el de CASA, pues constituye también un espacio de acogida y hospitalidad, algo muy valioso para una población que con cruel frecuencia ha sido y sigue siendo golpeada por la tragedia del destierro. Pero lo más importante es que el Museo se ha convertido también en un lugar de esperanza, con los ejemplos permanentes de generosidad y valentía de estas poblaciones aguerridas y fuertes, que como el guayacán florecen en medio de la adversidad.

Perdonar puede no cambiar lo
que vivimos, pero puede
transformar el futuro.

Manifiesto
La memoria, un puente
hacia el futuro

Llamamos memoria a la facultad de recordar lo pasado, a las huellas y los significados que deja en nosotros lo vivido; es cambiante y se asocia con las representaciones que tenemos de nosotros mismos y nuestra sociedad. De la misma manera, podríamos llamar memoria a aquello que nos permite imaginar y construir el futuro que deseamos.

En Colombia resulta difícil intentar imaginar una realidad en paz, pues son casi inexistentes los recuerdos de nuestro país sin conflicto. Aun así, la experiencia de la guerra nos ha marcado lo suficiente como para buscar y desear la paz. En momentos de tristeza imaginamos la alegría, y la vivencia de esa alegría fijada en nuestra memoria nos hace desearla y emprender acciones para recuperarla. Del mismo modo, la esperanza, en la medida en que es imaginada en medio de la guerra y el dolor, pasa a formar parte esencial del presente e inspira nuestros deseos y expectativas de cara al futuro.

En la medida en que podamos utilizar el pasado como un recurso para la vida, podremos transformar lo acontecido y nuestras realidades en historia nueva, liberándonos de la resignación y la inmovilidad de los acontecimientos históricos, para hacer posible una realidad diferente a la de guerra, muerte y violencia. La memoria es capaz de generar acciones transformadoras, dar vida al futuro y conservar vivos los recuerdos del pasado.

Para el Museo Casa de la Memoria, es necesario que los ejercicios de construcción y pedagogía de la memoria estén acompañados de una poderosa y nueva corriente vital; de una visión del pasado que no debilite el presente ni desarraigue el futuro, sino que promueva en las personas, como sujetos conscientes de su pasado, un impulso creativo para imaginar y construir entre todos una Colombia en paz.