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Violencias no visibilizadas y control moral de los cuerpos de personas con orientación sexual, identidad y expresiones de género no hegemónicas

Durante este 2025, el asesinato y las violencias contra las personas de la población LGBTIQ+ han sido frecuentes en el Valle de Aburrá y otros municipios de Antioquia, pero esto no es un tema nuevo ni exclusivo de las áreas urbanas. Si nos remitimos a las cifras del conflicto armado, según el Registro Único de Víctimas (RUV), del total de 9.681.288 personas registradas como víctimas del conflicto armado, 6.548 corresponden a personas LGBTIQ+ (Caribe Afirmativo, 2024). Esta cifra no es un dato menor, ya que se presume que muchas más personas han sufrido distintos tipos de violencias debido a su Orientación Sexual, Identidad de género, Expresión de género y Características Sexuales (OSIEGCS) evidenciando que existe un gran subregistro. Dado que numerosos casos no son reportados o no son incluidos formalmente como parte de los hechos relacionados con el conflicto armado, lo que invisibiliza aún más la magnitud de estas violencias ejercidas sobre los cuerpos y las vidas de la población.

Informes del Centro Nacional de Memoria Histórica, como Aniquilar la diferencia (2015) y Ser marica en medio del conflicto armado (2019), han documentado cómo el odio y el desprecio hacia las personas LGBTIQ+ se han incorporado en los repertorios de violencia de los actores armados, en el ejercicio de disputa y control territorial. Entre estos repertorios está la mal llamada limpieza social», en la que los cuerpos son sometidos a un control moral impuesto por el actor armado que domina el territorio. Estas acciones no solo incluyen castigos físicos y la imposición de normas heteropatriarcales, sino también el desplazamiento forzado, el homicidio y hasta la desaparición forzada de personas LGBTIQ+. Dentro de este repertorios de violencias también se encuentra el «ajusticiamiento», que incluye golpizas, insultos y escarnio público hacia quienes son considerados «indeseables» dentro del territorio.

A los gais les decían: se empareja  o ya sabe: tiene que irse. [O sea]: que se emparejaran, que se volvieran un varón… Persona que nace así, se iba del pueblo (cnmh, entrevista del mecanismo no judicial de contribución a la verdad, desmovilizado las acmm, 2016¨, citado en CNMH, 2019, p.88).

Sí, los [homosexuales] que no hacían caso, sí [se desaparecían]. El sentido que, por ejemplo, no caminan como hombres: o se van, o se matan (cnmh, entrevista del mecanismo no judicial de contribución a la verdad, desmovilizado las acmm, 2016, citado en CNMH, 2019, p.88).

Es importante comprender que los repertorios de violencia varían según el actor armado y afectan de manera diferenciada a las distintas identidades dentro de la población LGBTIQ+. Es decir, no es lo mismo la violencia ejercida contra un hombre trans, una mujer lesbiana, un hombre gay, una mujer trans o una persona no binaria. Aunque el origen común es la discriminación y el odio hacia la diferencia, las formas de violencia se aplican de manera distinta.

En casos específicos, como el de las mujeres lesbianas y los hombres trans, se han documentado embarazos forzados producto de violencias sexuales motivadas por prejuicios excluyentes, erróneamente conocidas como «violaciones correctivas». Estas agresiones son una forma extrema de disciplinamiento corporal, cuyas secuelas afectan profundamente la vida de las víctimas. Para las mujeres lesbianas, la maternidad impuesta está atravesada por estigmas que cuestionan su capacidad para criar debido a su orientación sexual; en el caso de los hombres trans, el embarazo forzado confronta directamente su proceso de construcción identitaria y sus decisiones sobre su cuerpo. En un contexto patriarcal, estas violencias se convierten en escenarios propicios para la reproducción de nuevas agresiones sociales y comunitarias (ILGA World, Colombia Diversa & Center for Reproductive Rights, 2022).

Casos como los de Tailyn Valencia, Francisco Cadavid Marulanda, Fernanda Domicó, Hugo Alexander Ramírez Carmona o Ángelo Posso Vera evidencian cómo los actores armados ejercen un control total sobre los cuerpos y la vida en los territorios, tanto urbanos como rurales, pero también pone en evidencia los enormes vacíos institucionales en la investigación, intervención y acompañamiento frente a estos hechos. La pregunta que surge es urgente y necesaria: ¿cómo frenar estas violencias desde la ciudadanía comunidades y las instituciones estatales?

Las violencias contra la comunidad LGBTIQ+  persisten pese a que por primera vez durante un proceso de paz se se incorporó un enfoque de género y diversidad sexual. Este avance sucedió en la firma del acuerdo de paz entre la antigua guerrilla de las FARC-EP y el Estado colombiano, y significó un reconocimiento histórico y propuso lineamientos específicos para la restitución de derechos y el seguimiento a los casos de violencia contra la población LGBTIQ+. Además, la Comisión de la Verdad recopiló testimonios de personas con Orientaciones, Identidades y Expresiones de Género no Hegemónicas, incluyéndolos en el volumen Mi cuerpo es la verdad: experiencias de mujeres y personas LGBTIQ+ en el conflicto armado (2022), en el capítulo La verdad es arcoíris.

A pesar de relatar historias desgarradoras, este volumen también es un homenaje a las resistencias de las personas LGBTIQ+, quienes han hecho de sus cuerpos un medio de dignificación y de sus comunidades un espacio seguro frente a la violencia. Como señala el informe ¡Nosotras resistimos! de Caribe Afirmativo:

Las casas no son únicamente un espacio físico o una oficina, sino que simbolizan un escenario de resistencia desde el cual cada acción reivindica la diversidad sexual y de género como un elemento inherente a la humanidad, visibilizando a las personas LGBTIQ+ y posicionándolas, no como víctimas, sino como agenciadoras de la convivencia pacífica y la reconciliación en los territorios (informe 086-CI-00371, Caribe Afirmativo, ¡Nosotras resistimos!, p.183. citado en Comisión de la verdad, 2022)

Para las instituciones del Estado y la sociedad aún quedan varias deudas pendientes a la hora de dar cara a las violencias.

En el marco del trabajo con víctimas hay un enfoque restaurativo, pero a las personas LGBTIQ+ este enfoque no nos sirve. Es imposible para nosotros devolvernos a un pasado mejor, porque nunca lo tuvimos. Siempre que vayamos más atrás, estará mal nuestro pasado. Eso implica que, para que no vuelva a pasar, hay que construir un futuro posible, un futuro donde haya espacio para todas y todos, para las diferencias, para la diversidad. Lograr eso no pasa por una negociación con un actor armado porque, si bien ellos ejercieron violencia contra nosotros, ellos no se la inventaron; ellos la exacerbaron, pero toda esa violencia es histórica y estructural de la sociedad. (Entrevista 160-VI-00084. Líder social, presidente de organización LGBTIQ+ y artista, citado en Comisión de la verdad, 2022, p.353)

Desde la Comisión de la verdad en su informe, Mi cuerpo es la Verdad, de la mano de las investigaciones e informes de DDHH de Caribe afirmativo y otras ONG se recomienda que, para dar cara a las violencias que afecta a la población LGBTIQ+, se debe empezar por reconocer públicamente y esclarecer las violencias específicas sufridas por la población durante el conflicto armado, seguido garantizar justicia con enfoque diferencial y combatir la impunidad, ofrecer reparaciones integrales y programas psicosociales adecuados, y reformar instituciones mediante capacitación y protocolos inclusivos. También se propone incluir activamente a estas comunidades en la construcción de paz y en procesos de memoria, recolectar datos desagregados para orientar políticas, respaldar iniciativas territoriales de resistencia, fortalecer garantías legales y alianzas con la sociedad civil, y abordar las causas estructurales de la discriminación para asegurar la no repetición.

Referencias Bibliográficas:

  • BBC Mundo. (10 de abril de 2025). Sara Millerey: el brutal asesinato de una mujer trans que provocó una oleada de rechazo a la transfobia en Colombia. BBC Mundo. https://www.bbc.com/mundo/articles/cg41195wv6no
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