Desaparición forzada en Colombia:
memorias y luchas contra el olvido

La desaparición forzada en Colombia constituye uno de los crímenes más persistentes en la historia del país. Este fenómeno, que vulnera de manera directa derechos fundamentales como la vida, la libertad y la dignidad humana, ha dejado cicatrices profundas en miles de familias que aún esperan respuestas. Según el Registro Único de Víctimas (RUV), actualmente, en Colombia, se registran 132.877 casos de personas desaparecidas antes del 1 de diciembre de 2016; el Centro Nacional de Memoria Histórica estima que entre 1970 y 2015 se registraron alrededor de 80.000 desapariciones forzadas (CNMH, 2016). Estas cifras ubican a Colombia como uno de los países con mayor número de desapariciones en el mundo, superado únicamente por contextos de violencia masiva como los de Irak o Sri Lanka.
Aunque la práctica se consolidó en medio de la confrontación armada desde mediados del siglo XX, sus efectos continúan hasta hoy, evidenciando la vigencia de un crimen que no prescribe y que sigue interpelando tanto al Estado como a la sociedad. En el desarrollo de este texto se abordará el contexto histórico de la desaparición forzada en Colombia, la identificación de los principales responsables y la magnitud del fenómeno, al tiempo que se hará referencia a dos de los casos más resonantes: las Madres de Soacha y las mujeres buscadoras de La Escombrera en Medellín. Estos ejemplos, lejos de agotar la dimensión del problema, permiten ilustrar la persistencia de la búsqueda, la dignificación de las víctimas y la resistencia de los familiares frente al silencio.
Responsables, magnitud y resistencias frente a la desaparición forzada
La desaparición forzada en Colombia ha sido utilizada como estrategia de control y terror por múltiples actores: fuerzas estatales, grupos paramilitares, guerrillas y redes ligadas al narcotráfico. El Informe Final de la Comisión de la Verdad (2022) señala que entre 1985 y 2016 se registraron más de 110.000 casos, de los cuales aproximadamente el 45 % se atribuyen a grupos paramilitares, el 27 % a guerrillas, el 12 % a agentes estatales y el resto a actores criminales y estructuras no identificadas. Estas cifras reflejan no solo la magnitud del crimen, sino también su carácter sistemático y multicausal.
Uno de los casos que visibilizó con mayor crudeza la responsabilidad directa de agentes estatales fue el de los denominados “falsos positivos”, entre ellos los ocurridos en Soacha en 2008. En este municipio cercano a Bogotá, 19 jóvenes de origen humilde fueron desaparecidos y posteriormente presentados por el Ejército como guerrilleros dados de baja en combate. El escándalo generó conmoción nacional e internacional, y sus madres (conocidas como las Madres de Soacha), han encabezado desde entonces una lucha incansable por verdad y justicia. Sus testimonios y movilizaciones han sido determinantes para develar un patrón mucho más amplio: la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) ha documentado al menos 6.402 ejecuciones extrajudiciales entre 2002 y 2008 (JEP, 2021). Este caso muestra cómo la desaparición forzada, en alianza con ejecuciones ilegales, fue empleada como práctica sistemática en medio de una política militar orientada a mostrar resultados.
Otro escenario que expone la dimensión de este crimen es el de La Escombrera, ubicada en la Comuna 13 de Medellín. Este lugar, convertido en símbolo del horror, ha sido señalado como una de las fosas urbanas más grandes de América Latina. De acuerdo con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), en la Comuna 13 se registran alrededor de 502 personas desaparecidas, mientras que la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) documentó 459 casos en este territorio entre 1978 y 2016, con cerca de 200 en solo 2002, el año más crítico de la violencia urbana en este territorio (JEP, Auto 073 de 2020). Dentro de ese universo, la Fiscalía y la Alcaldía de Medellín delimitaron un conjunto de hasta 113 víctimas que podrían estar inhumadas específicamente en La Escombrera.
La primera excavación realizada en 2015 no arrojó hallazgos, lo que profundizó la desconfianza y el dolor de las familias. No obstante, gracias a las medidas cautelares decretadas por la JEP, desde 2020 se retomaron las búsquedas en un polígono de más de 6.900 m². Los avances recientes confirman la magnitud del crimen: entre diciembre de 2024 y agosto de 2025, la UBPD y la JEP reportaron la recuperación de seis cuerpos, de los cuales tres ya fueron identificados y entregados a sus familias (UBPD, 2025). Estos hallazgos, aunque insuficientes frente a la magnitud de la tragedia, representan pasos significativos en la lucha contra el silencio y la impunidad.
Tanto las Madres de Soacha como Las Buscadoras de La Escombrera demuestran que, pese al dolor, las familias se convierten en agentes de memoria y resistencia. Sus acciones cuestionan de manera directa la falta de respuestas institucionales y, al mismo tiempo, evidencian que la desaparición forzada no solo afecta a las víctimas directas, sino que se proyecta como un trauma social que erosiona la confianza en las instituciones y en la democracia misma.
Conclusión
La desaparición forzada en Colombia ha sido y continúa siendo una de las violaciones más graves y persistentes de los derechos humanos. Este crimen no solo despoja a las víctimas de su vida y su identidad, sino que también somete a sus familias a un sufrimiento inacabado, marcado por la incertidumbre, la búsqueda incesante y la ausencia de respuestas claras del Estado.
En este panorama, las cifras no pueden reducirse a simples estadísticas: representan vidas truncadas y proyectos interrumpidos que siguen exigiendo verdad y justicia. Aunque la creación de instituciones como la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas y los avances impulsados por la Jurisdicción Especial para la Paz han abierto caminos de esperanza, la magnitud del fenómeno evidencia que las deudas con las víctimas permanecen abiertas y que los avances, aunque significativos, resultan todavía insuficientes.
De manera paralela, las voces de las familias que insisten en buscar demuestran que la memoria es también una forma de resistencia frente al silencio. Sus luchas no solo confrontan la impunidad, sino que obligan a la sociedad a reconocer que la desaparición forzada no pertenece al pasado, sino que interpela al presente y compromete a todos en la construcción de garantías efectivas de no repetición.
Así, mientras exista una madre, una hermana, un hermano, esposo, hijo o un familiar recorriendo el país en busca de los restos de su ser querido, será imposible hablar de una paz estable y duradera. Solo un compromiso decidido con la verdad, la justicia y la reparación permitirá transformar este legado de dolor en una oportunidad para consolidar la reconciliación y construir una paz que sea verdaderamente sostenible.
Referencias
Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). (2016). Hasta encontrarlos: El drama de la desaparición forzada en Colombia. Bogotá: CNMH.
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (Comisión de la Verdad). (2022). Informe final de la Comisión de la Verdad: hallazgos y recomendaciones. Bogotá: Comisión de la Verdad.
Comité contra la Desaparición Forzada de Naciones Unidas (CED). (2025). Informe sobre Colombia. Naciones Unidas.
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El País. (2024). El hallazgo de restos humanos en La Escombrera devuelve la esperanza a cientos de familias de desaparecidos en Medellín. El País. https://elpais.com/america-colombia/2024-12-19/el-hallazgo-de-restos-humanos-en-la-escombrera-devuelve-la-esperanza-a-cientos-de-familias-de-desaparecidos-en-medellin.html
El País. (2025). Una joven deportista y un vendedor ambulante con discapacidad: Medicina Legal confirma la identidad de dos desaparecidos hallados en La Escombrera. El País. https://elpais.com/america-colombia/2025-01-31/una-joven-deportista-y-un-vendedor-ambulante-con-discapacidad-medicina-legal-confirma-la-identidad-de-dos-desaparecidos-hallados-en-la-escombrera.html
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Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). (2021). Auto 033 de 2021. Subcaso ejecuciones ilegítimamente presentadas como bajas en combate. JEP.
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