Conoce la historia que atesora nuestro país

Compartir la Esperanza: El Museo que camina hacia la comunidad

Acerca de

Nuestras noticias

Compartir la Esperanza: El Museo que camina hacia la comunidad

La figura de un Museo que camina puede resultar cómica, cuando no, fantasiosa. ¿Cómo caminará un Museo? ¿Cada cuántos pasos deberá reposar para tomar retomar el aliento? ¿Hasta dónde podrá caminar o por qué caminos? Preguntas que surgen como si se hablara de un ser vivo.

El Museo vive con sus habitantes, pero si sus habitantes no pueden habitarlo, tendrá que ir a sus casas y convivir con ellos. Conocer sus necesidades y padecerlas.

Así vive nuestro Museo hoy. Un museo que nació desde las comunidades que sufrían el dolor de las pérdidas humanas y físicas, hoy recorre las calles de las que habla, la ciudad que narra y repara. Hoy su compañía se hace fuerte en el territorio de la Comuna 8 de la ciudad de Medellín, de la mano de Secretaría de Cultura, para aliviar las necesidades de los medellinenses que sufren la cuarentena de un virus que de cultura y museos sabrá poco.

Habitar la ciudad de la que hablamos

Hace unos años inaugurábamos la exposición Medellín|es 70, 80 y 90 en la cual, uno de sus tantos planteamientos, era que nuestra ciudad había conformado todo un caldo de cultivo de condiciones sociales desfavarobles: desigualdades, falta de educación, hambre, desempleo, condiciones infrahumanas de trabajo, violencias culturales. Y ¿qué ha cambiado hoy? Válida pregunta que se aproxima a cuestionar la narración de la memoria.
¿Qué le cuentan estas calles y casas a este Museo que las habita y las recorre?

Relato 1.
Tocamos a la puerta de su casa. Salió con pasos tímidos una mujer de unos 65 años. A espaldas suyas una mesa de tablas anchas. Sobre ella una estufa de dos puestos a luz, una chocolatera con algunas deformidades, producto del golpe del molinillo al revolver el chocolate. Sobre esa mesa, unos trastes en un locero, de barillas finas y blancas, clavado en la pared.

– Señora ¿de qué vive?- echada la pregunta cualquier respuesta podía traspasar la piel.
Yo vivo de la ayudita para el adulto mayor.
– ¿Cuánto es eso?
– Ciento sesenta mil pesos. Hasta ayer los hice rendir.
– ¿Con quién vive usted?- Con un hijo y mi nieta. – ella miró hacia un rincón, detrás de la puerta azul, no se veía bien qué observaba. – Mi hijo me sostenía hasta hace unos años, pero empezó a sufrir de esquizofrenias y ya no puede trabajar. Mi nieta, la hija de él, tiene 15 años.

Relato 2.
Entraban por la puerta del CAI de Villatina, mientras todos esperábamos.
– Muchachos, me tenían preocupada. Me dijeron que una familia y terminaban.
– Claro, tocamos una puerta y era un lugar con 17 familias. Detrás de una sola puerta ¡17 familias!

Sin duda, esta es la ciudad de la que hablamos, la que amamos y queremos transformar. Tal vez, a futuro, el tiempo en el cual la memoria tiene acción, podamos ver una ciudad transformada; a futuro, el Museo que recorre las calles y escucha sus gentes, pueda hablar de una ciudad diferente. En el presente, este Museo camina, mirando a los ojos a sus habitantes, conociendo sus realidades y siempre, siempre, pensando en llevar la esperanza.

Un puente para la comunidad

Desde que inició el periodo de cuarentena, al Museo Casa de la Memoria y a la Secretaría de Cultura Ciudadana, se les encomendó la labor de liderar la gerencia territorial de la Comuna 8. Las gerencias territoriales tienen como misión poder hacer un mejor acompañamiento a las comunidades en el marco de la contingencia por el CoVid-19.

Estas gerencias trabajan bajo 3 estrategias básicas: salud, techo y alimentación. Cualquier necesidad detectada en alguno de estos sentidos es atendida activando los protocolos necesarios para ello.

Cada mañana, el equipo base y voluntarios, van tocando puerta a puerta, casa por casa, preguntando por las necesidades de las familias. Todo el trato es con humanidad. Un cómo están, cómo están llevando esta cuarentena, no solo rompen la dinámica del día de las familias, también, sinceran las palabras. A este diálogo, se le conoce como caracterización, en el cual se determina la prioridad de necesidades y grupos más vulnerables a quienes las ayudas deben entregarse con mayor prontitud.

“Lo más valioso de este acompañamiento es justamente ser partícipes de lo que se está haciendo en la ciudad, para procurar que algunas personas puedan soportar o sobrevivir esta cuarentena. No ser meros espectadores, sino, participar de manera activa (…) Es mostrarle a la ciudad y al mundo entero que el Museo está más allá de un edificio que guarda memorias. Es un actor social importante y relevante que está en el terreno con la comunidad, construyendo todos los días. Dentro de 15 años, cuando miremos en retrospectiva, diremos que el Museo estuvo ahí, sabiendo lo que sabe hacer, y mostrándole a todas las personas que sí se puede hacer”, concluye Cathalina Sánchez, directora del Museo Casa de la Memoria.

El Museo Casa de la Memoria nació como una iniciativa de las comunidades más afectadas por el conflicto armado, de las víctimas que necesitaban nombrar lo innombrable, y del reconocimiento a las resistencias y resiliencia de distintos colectivos y personas que, en medio de las dificultades, se decidieron por la vida. Hoy no es distinto. Hoy seguimos siendo un puente entre esas historias y memorias y que se hacen vivas en la comuna 8, con sus habitantes, líderes y colectivos.

Llevar y encontrar la esperanza

“Decidimos que la comuna 8 era un territorio muy importante para acompañar porque la conocemos, porque tenemos procesos inciados allá (…) Llevamos esperanza porque les decimos que estamos ahí, que seguimos con ellos, que no los abandonamos, que los acompañamos en todo y a cada momento, que seguimos con los procesos que hemos iniciado de alguna manera (…) El Museo lleva esperanza por que lleva presencia, acompañamiento, entrega de algunas ayudas concretas, pero, sobre todo, porque estamos a la escucha.”, afirma Cathalina Sánchez, Directora del Museo.

La esperanza se lleva como instituciones que escuchan y hablan al oído de sus ciudadanos, también, las mismas personas viven la esperanza, la ayuda, el humanismo. Llegar a hogares que expresan no tener necesidades por ahora, pero, sí conocen de un vecino que la está pasando mal. Llegar a personas que dicen estar pasando necesidades pero que, gracias a la colaboración y cariño de sus vecinos, no han pasado un solo día con el estómago vacío.

Es así como se lleva y se encuentra esperanza en la Comuna 8. Es así como el Museo que recorre la ciudad de la que habla ve la transformación, ve el futuro que se va construyendo en la sinceridad y solidaridad de sus conciudadanos.

Estamos completamente convencidos de nuestras acciones en el territorio, sabemos de las limitaciones y aprendizajes que aún tenemos en nuestras acciones, trabajamos por poder llegar a las familias más vulnerables y les extendemos la invitación a resistir, a ser resilientes como ciudad, como siempre lo ha demostrado esta Medellín de ayer y hoy, la ciudad que sueña todavía con un futuro en paz y en igualdad para tod@s.

Compartir la Esperanza: El Museo que camina hacia la comunidad

La figura de un Museo que camina puede resultar cómica, cuando no, fantasiosa. ¿Cómo caminará un Museo? ¿Cada cuántos pasos deberá reposar para tomar retomar el aliento? ¿Hasta dónde podrá caminar o por qué caminos? Preguntas que surgen como si se hablara de un ser vivo.

El Museo vive con sus habitantes, pero si sus habitantes no pueden habitarlo, tendrá que ir a sus casas y convivir con ellos. Conocer sus necesidades y padecerlas.

Así vive nuestro Museo hoy. Un museo que nació desde las comunidades que sufrían el dolor de las pérdidas humanas y físicas, hoy recorre las calles de las que habla, la ciudad que narra y repara. Hoy su compañía se hace fuerte en el territorio de la Comuna 8 de la ciudad de Medellín, de la mano de Secretaría de Cultura, para aliviar las necesidades de los medellinenses que sufren la cuarentena de un virus que de cultura y museos sabrá poco.

Habitar la ciudad de la que hablamos

Hace unos años inaugurábamos la exposición Medellín|es 70, 80 y 90 en la cual, uno de sus tantos planteamientos, era que nuestra ciudad había conformado todo un caldo de cultivo de condiciones sociales desfavarobles: desigualdades, falta de educación, hambre, desempleo, condiciones infrahumanas de trabajo, violencias culturales. Y ¿qué ha cambiado hoy? Válida pregunta que se aproxima a cuestionar la narración de la memoria.
¿Qué le cuentan estas calles y casas a este Museo que las habita y las recorre?

Relato 1.
Tocamos a la puerta de su casa. Salió con pasos tímidos una mujer de unos 65 años. A espaldas suyas una mesa de tablas anchas. Sobre ella una estufa de dos puestos a luz, una chocolatera con algunas deformidades, producto del golpe del molinillo al revolver el chocolate. Sobre esa mesa, unos trastes en un locero, de barillas finas y blancas, clavado en la pared.

– Señora ¿de qué vive?- echada la pregunta cualquier respuesta podía traspasar la piel.
Yo vivo de la ayudita para el adulto mayor.
– ¿Cuánto es eso?
– Ciento sesenta mil pesos. Hasta ayer los hice rendir.
– ¿Con quién vive usted?- Con un hijo y mi nieta. – ella miró hacia un rincón, detrás de la puerta azul, no se veía bien qué observaba. – Mi hijo me sostenía hasta hace unos años, pero empezó a sufrir de esquizofrenias y ya no puede trabajar. Mi nieta, la hija de él, tiene 15 años.

Relato 2.
Entraban por la puerta del CAI de Villatina, mientras todos esperábamos.
– Muchachos, me tenían preocupada. Me dijeron que una familia y terminaban.
– Claro, tocamos una puerta y era un lugar con 17 familias. Detrás de una sola puerta ¡17 familias!

Sin duda, esta es la ciudad de la que hablamos, la que amamos y queremos transformar. Tal vez, a futuro, el tiempo en el cual la memoria tiene acción, podamos ver una ciudad transformada; a futuro, el Museo que recorre las calles y escucha sus gentes, pueda hablar de una ciudad diferente. En el presente, este Museo camina, mirando a los ojos a sus habitantes, conociendo sus realidades y siempre, siempre, pensando en llevar la esperanza.

Un puente para la comunidad

Desde que inició el periodo de cuarentena, al Museo Casa de la Memoria y a la Secretaría de Cultura Ciudadana, se les encomendó la labor de liderar la gerencia territorial de la Comuna 8. Las gerencias territoriales tienen como misión poder hacer un mejor acompañamiento a las comunidades en el marco de la contingencia por el CoVid-19.

Estas gerencias trabajan bajo 3 estrategias básicas: salud, techo y alimentación. Cualquier necesidad detectada en alguno de estos sentidos es atendida activando los protocolos necesarios para ello.

Cada mañana, el equipo base y voluntarios, van tocando puerta a puerta, casa por casa, preguntando por las necesidades de las familias. Todo el trato es con humanidad. Un cómo están, cómo están llevando esta cuarentena, no solo rompen la dinámica del día de las familias, también, sinceran las palabras. A este diálogo, se le conoce como caracterización, en el cual se determina la prioridad de necesidades y grupos más vulnerables a quienes las ayudas deben entregarse con mayor prontitud.

“Lo más valioso de este acompañamiento es justamente ser partícipes de lo que se está haciendo en la ciudad, para procurar que algunas personas puedan soportar o sobrevivir esta cuarentena. No ser meros espectadores, sino, participar de manera activa (…) Es mostrarle a la ciudad y al mundo entero que el Museo está más allá de un edificio que guarda memorias. Es un actor social importante y relevante que está en el terreno con la comunidad, construyendo todos los días. Dentro de 15 años, cuando miremos en retrospectiva, diremos que el Museo estuvo ahí, sabiendo lo que sabe hacer, y mostrándole a todas las personas que sí se puede hacer”, concluye Cathalina Sánchez, directora del Museo Casa de la Memoria.

El Museo Casa de la Memoria nació como una iniciativa de las comunidades más afectadas por el conflicto armado, de las víctimas que necesitaban nombrar lo innombrable, y del reconocimiento a las resistencias y resiliencia de distintos colectivos y personas que, en medio de las dificultades, se decidieron por la vida. Hoy no es distinto. Hoy seguimos siendo un puente entre esas historias y memorias y que se hacen vivas en la comuna 8, con sus habitantes, líderes y colectivos.

Llevar y encontrar la esperanza

“Decidimos que la comuna 8 era un territorio muy importante para acompañar porque la conocemos, porque tenemos procesos inciados allá (…) Llevamos esperanza porque les decimos que estamos ahí, que seguimos con ellos, que no los abandonamos, que los acompañamos en todo y a cada momento, que seguimos con los procesos que hemos iniciado de alguna manera (…) El Museo lleva esperanza por que lleva presencia, acompañamiento, entrega de algunas ayudas concretas, pero, sobre todo, porque estamos a la escucha.”, afirma Cathalina Sánchez, Directora del Museo.

La esperanza se lleva como instituciones que escuchan y hablan al oído de sus ciudadanos, también, las mismas personas viven la esperanza, la ayuda, el humanismo. Llegar a hogares que expresan no tener necesidades por ahora, pero, sí conocen de un vecino que la está pasando mal. Llegar a personas que dicen estar pasando necesidades pero que, gracias a la colaboración y cariño de sus vecinos, no han pasado un solo día con el estómago vacío.

Es así como se lleva y se encuentra esperanza en la Comuna 8. Es así como el Museo que recorre la ciudad de la que habla ve la transformación, ve el futuro que se va construyendo en la sinceridad y solidaridad de sus conciudadanos.

Estamos completamente convencidos de nuestras acciones en el territorio, sabemos de las limitaciones y aprendizajes que aún tenemos en nuestras acciones, trabajamos por poder llegar a las familias más vulnerables y les extendemos la invitación a resistir, a ser resilientes como ciudad, como siempre lo ha demostrado esta Medellín de ayer y hoy, la ciudad que sueña todavía con un futuro en paz y en igualdad para tod@s.

«
/
»