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Memorias de un visitante

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En 2018 70.746 personas interactuaron con el Museo Casa de la Memoria. 63.202 fueron visitantes. La de David Himbert es solo una de las múltiples percepciones que se llevaron los  24864 extranjeros que incluyeron al museo dentro de su itinerario de viaje.

 

La primera vez que David Himbert escuchó la palabra Medellín, fue a principios de los años 90, cuando todavía era un adolescente. Hasta su natal Francia llegó la noticia de que esa ciudad de Sur América era el hogar de un reconocido narcotraficante. Pasaron los años, David se mudó a Canadá y se hizo fotógrafo. El traficante colombiano murió. Y aunque las noticias sobre Medellín se difuminaron con el tiempo, afirma que una serie de televisión revivió algunos recuerdos de su juventud temprana. “Es cierto que la serie Narcos ha revivido el vínculo entre Medellín y Escobar, a pesar de que murió hace 25 años. Mucha gente hace la asociación”, comenta.

Para David no era suficiente quedarse con los conceptos creados a partir de las nacientes series de televisión. Por iniciativa propia y a través de otro tipo de fuentes, quiso saber más sobre Medellín. Sus indagaciones lo llevaron a conocer sobre un proceso de transformación y por eso “quería visitar la ciudad, para ver cómo la inclusión social era clave en la transformación”. En compañía de su esposa, decidió pasar unos días en la capital antioqueña.

Esta ciudad es muy peligrosa. No salgan por la noche, y no pongan un pie en la comuna 13. Fueron las palabras de bienvenida del taxista, durante un tramo del recorrido entre el aeropuerto y su alojamiento en Medellín. David se sintió confundido, pues las afirmaciones del conductor no coincidían con lo había leído y escuchado de otros visitantes. Al día siguiente, y a pesar de las advertencias, iniciaron su periplo por la ciudad.

Su documentación previa al viaje incluyó un rastreo de museos a visitar. Las pesquisas arrojaron, entre otros, uno con los apellidos Casa de la Memoria. “Comenzamos la estadía visitando el Museo Casa de la Memoria, para tener una idea clara de la situación en Medellín. Nos permitió distinguir entre el pasado y el presente, y comprender la fuerza de la transición”. Así fue su primer contacto con la ciudad: tres horas necesarias para adquirir un contexto que les permitiría hacer otra lectura del resto de Medellín, en los días posteriores.

Aunque el señor Himbert creía tener un amplio conocimiento de la historia reciente de Colombia, sobre todo lo relacionado con la desmovilización de las FARC, reconoció que no sabía de qué manera esto afectaba a la población. Parte de esa nueva percepción llegó a través de los testimonios dispuestos en las pantallas verticales de la sala Medellín, memorias de violencia y resistencia, “esto nos hizo darnos cuenta de que la reciente paz era frágil y preciosa. Estábamos afectados”, reflexiona.

A causa de los años difíciles de la ciudad, David y su esposa intuían que la gente en Medellín sería “dura, fía y desconfiada”. Contrario a ese imaginario, se encontraron con personas “dulces, amables y acogedoras”, lo que desde su percepción es muestra de la resistencia de la gente de la ciudad, concepto que se afianzó tras su recorrido por las salas temporales que albergan la exposición MEDELLÍN|ES 70, 80, 90 en su primera y segunda parte. Por eso cuando se le pidió definir a Medellín con una sola palabra David eligió resistencia, pues “el espíritu de transformación está ahí. Este museo permite entender la complejidad de la historia de la ciudad y la belleza de los humanos cuando se unen para cambiar su destino. Sentimos que Medellín late en el Museo Casa de la Memoria. Salimos de allí con gran respeto y admiración. Es muy conmovedor”, afirmó.

Sobre el recorrido por el museo, agregó que “lo que más nos sorprendió fue la fuerza del ‘nosotros’. Esta sensación de que todos los habitantes de la ciudad se han tomado de la mano para cambiar las cosas. Al salir del museo mi esposa me dijo ‘es una locura cómo un pueblo puede convertirse en su propio cáncer, y es una locura cómo un pueblo puede convertirse en su propia cura’. Creo que ella lo resumió bien”.

Concluye además que un espacio como este es necesario para la ciudad, pues “la memoria es la única forma de no reproducir lo que sucedió. La gente de esta ciudad debe estar orgullosa de lo que ha logrado y el museo, es el guardián de la memoria de Medellín”.

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